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Predicación en territorios aislados: alegrías que no tienen igual
Predicando en territorios aislados: alegrías que no tienen igual
Una de las bendiciones más grandes que tenemos como siervos de Jehová es participar en la predicación. Pero hay una modalidad del ministerio que tiene un sabor muy especial: ¡la predicación en territorios aislados! Es un privilegio que nos permite contribuir al cumplimiento de las palabras de Hechos 1:8: “Serán testigos de mí… hasta la parte más distante de la tierra”.
Mi esposa y yo tuvimos la oportunidad de vivir esta experiencia, y aunque hubo momentos complicados, lo que más sobresale son las bendiciones y la alegría profunda que produce este tipo de servicio.
Equipados para el servicio… ¡y para el calor!
Como suele pasar en los territorios aislados, el acceso a los servicios básicos es limitado o inexistente. Así que íbamos bien preparados: mochilas, sombreros, protector solar y, por supuesto, mucha agua. Nos encontrábamos en una zona cálida, y nuestras jornadas de predicación empezaban temprano, desde las 08:00, y a veces se extendían hasta las 18:00. ¡Un día completo bajo el sol!
Pero, como suele suceder, uno se prepara… y de todos modos surgen imprevistos. Un día, se nos acabó el agua. Ya sentíamos la sed y el cansancio, así que nos acercamos con confianza a una casa en medio del camino y, con una sonrisa, pedimos si nos podían regalar un poco de agua.
La familia que nos recibió fue muy amable y rápidamente trajeron una jarra. Pero al ver el agua… ¡era amarilla! Dudamos un instante, pero teníamos fe y, bueno, también mucha sed. Bebimos… ¡y no nos pasó nada! En ese momento reflexionamos: servir a Jehová de esta manera trae ciertas dificultades, pero son tan pequeñas en comparación con las alegrías y bendiciones, que casi ni se notan.
El niño que fue usado por los ángeles
Otro día, una experiencia aún más especial nos esperaba. Estábamos acompañados de un querido hermano, y nos tocó visitar la última casa de un camino muy largo —más de una hora a pie bajo un sol intenso. El acuerdo era que, al llegar, pediríamos agua allí mismo, porque ya la necesitábamos con urgencia.
Al llegar, llamamos a voz en cuello, pero nadie salía. Con algo de desánimo empezamos a regresar, resignados. No habíamos encontrado a nadie, y el camino había sido largo y caluroso.
Pero entonces, a lo lejos, escuchamos los ladridos de un perro… y la voz de un niño. Poco después, aparecieron el niño y su mamá. La señora nos recibió con una gran sonrisa y nos dijo: “Estábamos en el terreno, pero mi hijo insistió en regresar. Si no fuera por él, no sabríamos que vinieron”.
¡Qué impresionante! Sin duda, Jehová usó a ese niño como instrumento para que esa familia pudiera recibir el mensaje. Al poco tiempo también llegó el padre, y los tres escucharon con atención. Fue una conversación tan animada, tan cálida… que todo el esfuerzo valió la pena.
Y sí, recibimos agua fresca —y no solo eso, también frutas que la familia compartió con alegría. Nos fuimos con el corazón lleno. Jehová había satisfecho sus necesidades espirituales… y las nuestras físicas.
Más que sacrificio, es una bendición
Después de esas experiencias, mi esposa y yo siempre decimos que participar en la predicación en territorios aislados es algo único. Hay calor, caminatas largas, poca comodidad… pero nada se compara con la felicidad de ver cómo Jehová bendice la predicación.
Ver el rostro de alguien que nunca antes ha oído hablar de Jehová, y que escucha con interés su mensaje, es algo que no tiene precio. Saber que en medio de lo que parece un “desierto”, florece la esperanza gracias a la predicación, nos hace sentir que estamos en el mejor lugar del mundo.
¿Y tú? ¿Te animas?
Si alguna vez tienes la oportunidad de participar en la predicación en territorios aislados, ¡no lo dudes! Prepárate bien, ora con fe, y ve con el corazón dispuesto a dar y a recibir. Porque cuando servimos a Jehová con alegría, incluso en los lugares más alejados, él se encarga de cuidar cada detalle.
Después de todo, las alegrías que se cosechan en estos territorios… ¡no tienen igual!